Comentario
Durante siglos, la ruta de la seda fue una vía de conexión de los mundos occidental y oriental. La seda, conocida únicamente en China, pronto fue demandada por los extranjeros, lo que originó un activo intercambio comercial.
La ruta de la seda clásica contaba con diferentes caminos y trazados que, partiendo de Chang-an, atravesaban el corredor de Gansu hacia los oasis de Dunhuang. Desde aquí, el camino proseguía hasta la ciudad-oasis de Kashgar. Más adelante se bifurcaba. Un camino norte llevaba por la meseta de Pamir y Samarcanda hasta Mashad.
La ruta del sur rodeaba el desierto de Gobi por Bactra y Herat hasta concluir en Mashad. Ya unidos, los dos caminos continuaban atravesando Asia Central y Persia, llegando a la cuenca mediterránea por Ctesifonte y Palmira. Alejandría, en el sur, y Bizancio, en el Norte, eran sus puntos terminales.
Cuando se divulgó el secreto de la fabricación de la seda, el comercio de ésta fue reemplazado por el de cerámica y especias. La ruta de la seda hizo llegar al mundo mediterráneo innovaciones como la brújula, el papel, la pólvora o la porcelana.